miércoles, 26 de agosto de 2015

Diario de Michael O'Neill (Crónica de Partida de Londres Victoriano)

DÍA 9 (10 DE FEBRERO DE 1842)

Un ruido sordo me despertó de mi sopor, seguido de una voz atenuada por el ataúd disimulado en el asiento del carruaje.

- Señor O’Neill – dijo el cochero – Señor Strange. Despierten

Abrí la tapa de mi ataúd y vi a Jameson, el cochero ghoul que nos había traído desde Londres. Salí al frío e invernal aire de la noche estirando todas las partes de mi cuerpo y luego me dirigí al humano.

- ¿Dónde nos encontramos Jameson? – pregunté.

- Bedford, señor – dijo el cochero – Hice lo que me pidió y hasta ese pueblo hemos llegado.

De fondo escuché que mi compañero preguntaba algo en un idioma extraño a la nada que supuse que podría ser su espíritu acompañante. Asintió un par de veces para luego acercarse a nosotros.

- Buenas noticias caballeros – dijo con cierto aire triunfal – Al parecer el castillo espectral está detrás de ese pueblo cercano que tenemos a una milla y media de nosotros.

- En ese caso – dije sacando la piedra que me entregó Lady Summers – tenemos que avisar de donde se encuentra.

Rompí la piedra contra un tocón de árbol y a la neblina grisacea que salía de la misma susurré “el lugar del ritual será en Bedford”. Después como si de un fuego fatuo se tratara, la neblina brilló lévemente para elevar el vuelo y desaparecer con el viento. Después de eso, volvimos a subir al carruaje de camino al pueblo de Bedford. Estos lugares rurales de día bulle la actividad, pero por la noche cuando ya el sol se ha puesto, la gente suele volver a casa pronto, o aquellos que son aficionados a la bebida pasar algo más de tiempo en la taberna. Durante media hora observamos las casas y nos fijamos bastante en una de aspecto ruinoso y que no se encontraba iluminada, parecía el lugar perfecto donde escondernos hasta que los antiguos hicieran aparición.

- Jameson – dije al cochero – Conduzca el carruaje hasta las inmediaciones de la estación de Bedford y esconda el carruaje, luego vuelva aquí.

- De acuerdo doctor O’Neill – dijo Jameson apresurándose en cuanto nos dejó a las puertas de la casa abandonada.

- ¿Cuánto tiempo cree que tardarán en llegar? – preguntó Strange poniendo su vieja tablilla de ouija sobre una polvorienta mesa junto con su lente.

- Lo ignoro doctor Strange – dije sentándome en una silla que no parecía muy segura – Pero espero que no demasiado.

- ¿Cree que será suficiente para detenerlos?

- Espero que sí – dije fijándome en la calle desierta.

Parecieron horas pero solo pasaron unos minutos hasta que vi a dos siluetas bajar por la calle. Una parecía un tanto agostada, como un anciano pero aún con bastante vigor. La otra la reconocí a través de la fría bruma y se trataba del joven Sayer. No conseguí escuchar que decían, pero vi como entraban en la taberna.

- Jameson – dije -  Necesito que entre en el bar del pueblo y escuche lo que dicen.

- Muy bien doctor – dijo el humano con una expresión como que quería refrescar el gaznate, aunque cambió su expresión cuando le miré severamente.

Observé al ghoul salir de la casa de forma que nadie pudiera verlo y entrar en la taberna.

- Bueno – dijo el doctor Strange – Como no sabemos cuanto tiempo tenemos quisiera saber algo. Cada vez que se ha mencionado a Mina Harker he observado que se estremece bastante, como si esa mujer le hubiera hecho algo.

- Es una larga historia doctor Strange – dije suspirando.

- Si quiere contármela.

- Esta bien. Verá, yo no me llamo realmente Michael O’Neill. Mi verdadero nombre es Sean Rutingen. Fui arqueólogo y con tal nombre morí como humano. Hace años descubrí una tumba en la pirámide de Kefrén en una cámara oculta. Un ataud de lo más extraño pues no tenía escritura egipcia sino en latín. No ponía sin embargo nada de lo que guardaba. Mi patrocinador al verlo casi parece darle un ataque y me instó a que abandonara toda investigación sobre el singular objeto y que otros ya se ocuparían. Desoí la sugerencia y en plena noche bajé a las cámaras inferiores del museo donde pusieron el sarcófago. Cuando lo abrí y examiné la momia que contenía me quedé de piedra. Aún poseía sus órganos internos e incluso tenía algo clavado en el pecho, como una estaca. Extraí la madera del pecho de la momia y ello fue mi mayor error. Verá en ese entonces yo era un humano e ignoraba el mundo de la Sociedad Nocturna y demás misterios sobrenaturales, por lo que ignoraba lo que iba a pasar. La criatura se levantó de su tumba y tras lo que me pareció oler el aire, me miró como un depredador mira a una presa con ojos rojos y una mandibula descompuesta que sobresalía de las vendas. Huí como alma que lleva el diablo, aunque la pesada puerta de la cámara acorazada se cerró como si un titán la hubiera cerrado de un solo manotazo. Me volví, y la momia me agarró y sentí dos pinchazos en mi cuello para luego caer en un sopor extraño que luego en segundos se convirtió en una agonía mortal. La momia se fue desprendiendo de las vendas y  el cadáver que escondía debajo se iba tornando cada vez más en una apariencia humana hasta ser una bellísima mujer con el pelo más rojo que he visto en mi vida. Sin reparar en mi se dirigió a la puerta y con un suave movimiento de muñeca la abrió como si nada y tal como Dios la trajo al mundo se fue.
El Giovanni se quedó mirando interesado hasta que hube terminado de relatar mi pasado.

- Así que. Me está contando O’Neill que esa vampira, esa Mina Harker está libre por usted.

- Sí doctor – afirmé apesadumbrado – Yo fui quien abrió esa caja de Pandora.

- No sea tan duro consigo mismo. En aquel entonces usted no era consciente de lo que era uno de nuestra especie. Pero dígame ¿Cómo pudo resurgir tras lo que le hizo?

- Supongo que Lord Saintrot, mi sire se encontraba esa noche en el museo. Pero no lo recuerdo, pues desperté días más tarde.

- ¿Y lo hizo sin el permiso del príncipe?

- Así es. El impedir este ritual no solo incluye paliar esta crisis, sino también que el príncipe perdone a mi sire y que reconozca por ello las razones de Lord Saintrot.

- Su sire es bastante loable entonces – dijo Strange.

- Por una parte sí – dije pensativo – Por la otra, no se engañe pues hasta que consiga algo que le haga ganar prestigio solo soy una inversión.

Strange iba a decir algo, pero se paró en seco cuando oímos pasos por uno de los laterales de la casa. Empuñamos nuestras armas dispuestos a enfrentarnos a lo que fuera. Alguién golpeó en la puerta.

- ¿Quién es? – dije empuñando mi revólver contra la puerta.

- ¿Doctores? – dijo la voz de García – Somos los antiguos que convocaron. Déjenos pasar.

Abrí la cochambrosa madera que hacía de puerta para ver que Flavion García, Lady Summers, el doctor Watson, el señor Mathew Watson, un rudo caballero que se presentó como Olaf, del clan Gangrel y el elenco lo completaba Lord Whitecastle quien parecía no querer quedarse atrás después de la discusión de la pasada noche con García.

Los Antíguos discutieron sobre la mejor situación para que pudieramos realizar el asalto. El lugar se trataba del castillo, aunque según pudimos comprobar que el objetivo estaba bajo tierra en una mina de carbón abandonada.

- De acuerdo – dijo García – Por lo que sabemos se trata de la misma cantidad de los que hemos venido, así que nuestra labor será de distraerlos y los neonatos se colaran e interrumpiran el ritual. Esperamos que dentro no haya mucha resistencia, por lo que no lo tendrán muy difícil doctores.

- No sabemos qué habrá dentro por lo que sean raudos señores – dijo Lady Summers.

- No se preocupen por nada – dijo el señor Watson – No dejaremos que nada se acerque al carruaje.

- Por el honor de la corona esperamos que lo consigan caballeros – dijo Lord Whitecastle.

- ¡¿Vamos a batirnos o no?! – dijo el antíguo Gangrel con un rugido.

Todos asentimos y nos dispusimos a salir para ver como la luna se oscurecía mostrando un semblante sangriento.

- Ya ha empezado – dijo García – No podemos perder tiempo señores. Dense prisa. Dispongan de mi carruaje y de mi criado. Él será su última línea de defensa.

- No pasarán Lord García – dijo el joven ghoul mostrando un pesado fusil.

Subimos al carruaje. El joven con el arma en el pescante junto al cochero que nos trajo a Bedford. Al sentarme noté algo sólido y entonces vi a Mc Gonagan a mi derecha. Me retiré al otro asiento.

- No creerían que se llevarían toda la diversión ¿No es cierto caballeros? – dijo con una sonrisa pícara.

- ¿Cuánto lleva ahí? – dijo Strange.

- Desde que llegamos, aunque con todo lo que ha pasado nadie parece haber reparado en mi.

No pudimos responderle pues de una sacudida el carruaje se puso de súbito al galope por lo que pudimos deducir que los caballos andaluces que tiraban de él no eran normales. En un parpadeo vimos como los dos brujah corrían como diablos adelantando el carruaje y al gangrel corriendo a cuatro patas como si de un león se trataba. Una sacudida de rayos tocó alrededor del vehículo como si de una red protectora se tratara. La hechicera tremere convocaba los poderes de la naturaleza más salvaje, mientras una tormenta oscura como si de un huracán se tratara venido del mismísimo Lasombra azotaba la desierta llanura. No sé cómo lo hicieron pero ni siquiera uno de nuestros enemigos. Ni una sola bala silbó cerca del carruaje. Raudo y veloz se adentró en la entrada del castillo justo a tiempo en que el pesado rastrillo caía cortando limpiamente el portaequipajes.

- ¡Vamos vamos vamos! – gritó Jameson abriendo la portezuela.

- ¡Cuidado! – dijo el acompañante empuñando el fusil y disparando a un guardia que trató de disparar al cochero.

Corrimos por una larga escalera sin reparar en el cadáver que yacía al pie de esta. Al llegar al final de estas oímos ladridos de unos perrazos inmensos, tratados con sangre y con la fuerza suficiente como para arrancarnos el cuello y convertirnos en pura ceniza. Strange y yo vacilamos un instante; justo para que el primero se abalanazara sobre nosotros. En ese momento Mc Gonagan empuñó su revólver reglamentario de la policía y vació todo el tambor en el can encajando tres balas en la calavera del can, dejándolo seco en el acto.

- ¡No se queden ahí parados! – gritó el Nosferatu - ¡Disparen!

Con una valentía renovada disparamos sobre los dos perros restantes chillando para transformar nuestro miedo en rabia. Cuando los tres engendros yacían cayendo por los peldaños subimos corriendo hasta lo que parecía ser el final de la escalera. Brillaba con una gran luz. Un gran orbe de luz se alzaba. De cristal puro y con hechizos alrededor.

- Eso es lo que retiene a los fantasmas  - dijo Strange – Hay que destruirlo.

- ¡No lo hareis! – rugió una voz por toda la sala - ¡Os detendremos!

- ¡No eres el único que tiene un ejército Grey! – dijo el Giovanni levantando los brazos – Legionarios ¡Ahora!

No fue el clásico frío que sentí sino lo equivalente a una gran ventisca atravesando nuestros cuerpos. Una energía intensa inundó todo y por primera vez en mucho tiempo vi que mi viejo amigo sonreía triunfalmente. Como me contó más tarde, Edward y sus huestes cargaron como héroes sobre el ejército de Dorian Grey y lo aplastaron. Lo que sí pude ver es que mi compañero camino con toda serenidad y con su bastón y gritando con rabia golpeaba una y otra vez hasta hacerlo pedazos. Ello fue lo que los suyos ganaran la batalla. Un aullido rasgó la noche y una puerta se abrió como pudimos comprobar en las entrañas de la tierra.

Los cánticos ritualísticos resonaban en la roca viva. “Levántate gran Maldito. Que tu sed se apague con las almas de aquellos que osen ponerse en tu camino….” No pude traducir mucho más, pues la premura nos empujaba hacia el final de nuestra misión.

- ¡Quietos! – gritó el detective apuntando a uno de los ritualistas.

- No podeis detenerlo – dijo uno de ellos pausando su cántico y con una risotada añadió – Está casi hecho.

No pensamos sino que dejamos que nuestras armas hablaran abatiendo al primer desgraciado e hiriendo de gravedad al siguiente y dejándolo sin sentido. No reparamos en la figura sangrienta que salía de un pozo lleno del líquido escarlata hasta que gritó.

- ¡MALDITOS! ¿CREEIS QUE HABEIS GANADO? ¡VOLVERE DE NUEVO Y ACABARÉ CON VUESTRAS PATÉTICAS EXISTENCIAS!

- Regresa al abismo Drácula – dije envalentonado – Tu momento ya pasó.

Con dolor y retorciéndose, su cuerpo de sangre tembló y se deshizo en un charco rojo. Seguidamente todo el lugar comenzó a temblar como si fuera un terremoto. Por poco no contamos en salir de ahí y menos aún de llevarnos al maltrecho acólito pues nos vendría bien alguien para interrogar. Subimos a las almenas y mirando abajo vimos la larga caída que casi con seguridad nos dejaría destrozados contra el suelo. La edificación se venía abajo, pues los fantasmas por fin podían volar libres, deshaciendo la estructura. En menos de un minuto el lugar colapsaría.

- Allí – gritó Strange señalando un saliente lo bastante grande para contener a nosotros cuatro pero aislado de toda forma de bajar.

Solo para poder vivir un poco más saltamos a la ladera de la montaña, rodando por la misma y acabando en el pequeño y precario saliente. El palacio se derrumbaba con un lastimero ruido, como si todo el lugar se extinguiera. Ya pudiendo respirar, consulté mi reloj para ver con horror de que el amanecer se cerniría en menos de media hora.

- No nos queda mucho tiempo – dije mostrando el reloj.

- Al menos hemos cumplido nuestro cometido – dijo Strange.

- Para ser ustedes tan académicos no lo han hecho nada mal caballeros – dijo Mc Gonagan – Ha sido un placer y un honor luchar a su lado.

Nos dimos un apretón de manos entre nosotros reconociendo nuestra entrega y valor, sabedores que nuestro destino final no tardaría en aparecer. Pero al menos nuestras conciencias estaban tranquilas y personalmente de no haber podido salir de ahí, hubiera dicho igualmente que no me arrepiento de nada. Pero el destino parecía no querer acabar con nosotros. No al menos esa noche, pues unas siluetas aladas de piedra volaban como el viento hacia nosotros. Reconocí una de ellas como una gárgola que guardaba la puerta del rectorado de la universidad de Londres. Se precipitaron sobre nosotros y sin dar ninguna explicación recogieron con sus garras a todos nosotros llevándonos de nuevo a Bedford, a apenas un rato más en que el sol hubiera cocido nuestros cuerpos hasta explotar. Drácula estaba acabado, su ritual arruinado y el lugar arrasado. Habiamos cumplido con lo que otros calificarían de imposible. Pero lo logramos. Cuando aterrizamos solo tuvimos el tiempo de escondernos en la casa abandonada y desplomarnos por el sueño de la tierra.

martes, 19 de mayo de 2015

Diario de Michael O'Neill (Crónica de Partida de Londres Victoriano)


DÍA 8 (9 DE FEBRERO DE 1842)

El Museo Británico brillaba en todo su esplendor. Todas sus ventanas aparecían encendidas y con bastante movimiento dentro. Los Toreador se esforzaban incesantemente, ultimando los preparativos para la reunión convocada por su excelencia, a petición del señor Mathew Watson; con motivo, según decía él de que tuviera la oportunidad de hablar con los vástagos que se presentaran con rangos de caballero o nobles para hablarles de algo importante. La verdadera razón de ello, y solo lo sabíamos el caballero Brujah, su mejor amigo el señor García y tanto el doctor Strange como yo. Debíamos conseguir alguna prueba material del proyecto del señor Grey; y para ello era indispensable, a la par que indecoroso, entrar a hurtadillas en su morada y sustraerle alguna cosa que le incriminara de forma directa. Como es lógico, el baile en el Eliseo, suponía que el señor Grey saliera y de ese modo la oportunidad sería perfecta. Por desgracia, su amiga Adler no solo se dio cuenta de que la seguí hace dos noches y de que le hablé más de la cuenta de mi investigación. Por fortuna no sabía lo que nos proponíamos a hacer, pero por precaución a una invitación no muy esperada por su parte al Eliseo para conocer y hablar con su acompañante Giovanni, acepté pues me parecía mejor hacerme ver como previsible y así no levantar más sospechas.
Mi carruaje paró a escasos metros de la verja de entrada. El doctor Strange me esperaba en uno de los laterales de la escalinata de la entrada un tanto inquieto, pues no paraba de moverse de un lado a otro, como si deseara que esta noche pasara rauda y nuestro objetivo cumplido.

- Buenas noches doctor Strange – dije respetuosamente – Preciosa noche para una reunión de la Sociedad Nocturna ¿No le parece?

- Desde luego doctor O'Neill – respondió mirando a todos lados para asegurarse de que nadie más estaba lo bastante cerca – Espero que esto funcione.

- ¿Está seguro de que podrá usted? - pregunté extrañado – Aún podría acompañarle.

- Si lo hace, y a la vista de alguno de estos vástagos, podría levantar aún más sospechas. No se preocupe, tengo ayuda de unos cuantos amigos míos – dijo refiriéndose a aquellos que han dejado de estar vivos pero no por ello menos útiles. - En cuanto Dorian Grey se presente, me pondré en camino.

- Tenga cuidado doctor – dije estrechando su mano – Buena suerte.

Me quedé solo en el lateral, próximo al gran león de piedra que coronaba la escalinata mientras fumaba una pipa y preguntándome de qué iba a hablar al señor Grey, o incluso preguntándome de si ya sabría que un eminente egiptólogo le seguía los pasos. Consideré incluso la posibilidad de ahondar más en el asunto e intentar convencerle de que me dejara unirme a su causa como experto en la materia.

- Doctor O'Neill, siempre es un placer verle – dijo Watson acercándose a mi y bajando el tono de su voz despues – Tenemos nueva información sobre el sujeto al que ha de vigilar. Al parecer tendrá un aspecto bastante desaliñado, pelo enmarañado y de un color castaño característico y con barba talar a la par que el pelo largo. También su estatura es bastante inusual pues mide casi seis pies.

- En ese caso no me costará mucho encontrarle – dije - ¿Qué desean saber más que nada?

- Su contacto y lugares donde esas ratas anarquistas se esconden.

- No se preocupe, me ocuparé de ello.

Watson asintió y volvió con su esposa y su compañero con lo que parecía ser su mujer. Entré en el Eliseo. Habían habilitado la galería central como salón de baile y con mesas donde tomar algo y charlar. Pedí a un camarero una copa de “vino” y me senté en una mesa, vislumbrando alrededor por si el hombre al que debía vigilar entraba en escena. Algunos vástagos me saludaban, algunos admirados por mis recientes hallazgos. Aunque me encanta hablar sobre mi trabajo, tuve que despedirlos educadamente. Al cabo de una media hora, el gangrel en cuestión entró y se dirigió a una zona de la gran galería más solitaria, donde un hombre púlcramente vestido, aunque a la manera de Europa del Este y no el acostumbrado Frac negro o el uniforme militar que los caballeros suelen llevar en estas reuniones. Cerré mis ojos concentrando en afinar mis oídos para que pudiera captar los sonidos con más fuerza y a la par conseguir separar y extrapolar los ruidos que no deseaba escuchar, hasta que solo las voces de esos dos vampiros era lo único que escuchaba

- Llega tarde señor Smith – dijo con un acento que me pareció húngaro.

- La noche es larga señor Ibranovich – dijo el gangrel en un tono despreocupado.

- No entiendo por que hemos de vernos en este lugar tan a la vista.

- Porque estos ciegos e idiotas – dijo señalando lévemente al Eliseo – Nunca podrían imaginarlo. Vayamos al grano.

- Nuestros carromatos introducirán en la ciudad a sus compañeros hasta el destino – dijo el extranjero. - Pero no me dijeron adonde debía llevarlos.

- Donde las campanas más fuerte suenan en la ciudad.

- Muy astuto. En ese lugar nadie se atrevería a mirar – dijo sonriendo para mirar alrededor por si alguien estaba escuchando. - Entonces convenimos en que en dos días llegarán.

- Así es. Bien, me alegro de que estemos de acuerdo – dijo el gangrel dándole un fajo de libras. La otra mitad convenida se le entregará cuando mis compañeros estén a salvo y en la ciudad.

- Desde luego, desde luego – dijo Ibranovitch guardando el dinero en un bolsillo interior de su chaqueta – Bien, señor Smith, que pase usted una buena noche.

Tomé un trago para disimular cuando el gangrel pasó al lado de mi mesa. Tan interesado estaba en la conversación entre esos dos, que no reparé que no me encontraba solo en la mesa que me sentaba.

- El doctor O'Neill supongo – dijo el desconocido.

Me fijé en él. Vestía de una forma pulcra, aunque no del todo formal pues aún llevaba puesto su sombrero. Tanto sus ropas como sus guantes parecían de alguien más habituado a la calle pues aunque estaban cepilladas y limpias no tenían la confección de la gente rica. Me estremeció su voz, pues ni me percaté de su presencia hasta que habló. Dirigí hacia él mi mirada de una forma más fija, pues mis poderes aún estaban activos y subiendo por su camisa y su chaleco cerrado, asomando la cadena de su reloj; pude ver un semblante inhumano. Parecía una especie de murciélago. Orejas puntiagudas y ojos rasgados como un felino. Sus caninos sobresalían levemente de la comisura de sus labios y su piel parecía demacrada. Sus facciones delataban su clan, a la par que su discreción. Era un Nosferatu.

- Es un placer – dije asintiendo – Y me pregunto caballero ¿Quién es usted?

- Detective Mathew McGonnagan – dijo estrechándome su mano enguantada.

- ¿En qué puedo ayudarle señor McGonnagan?

No recuerdo qué fue lo que habló, pues aunque aparentaba escucharle no quitaba ojo de Irene Adler y Dorian Grey, a la par que a Flavión García, esperando que el antiguo Lasombra excusara a su esposa de su ausencia un momento y hablara con la dama Kyasid. Al cabo de cinco minutos, me asintió como intuyendo que le observaba. Me levanté de mi silla.

- Interesante señor McGonnagan – dije prestándole atención un segundo – Pero debo atender un asunto que requiere mi atención. Discúlpeme.

Cuando García charlaba animádamente con Adler a una distancia prudencial de Grey, me encaminé para hablar con el caballero. Se encontraba junto a la Piedra de Rosetta, admirándola, lo que iba a facilitar mis planes.

- Es hermosa ¿No es cierto? - dije de forma solemne – Fue encontrada hace casi medio siglo, y ha sido clave para la traducción y entendimiento de la cultura egipcia.

- ¿Le conozco señor? - dijo Grey volviéndose – Tengo la impresión de haberle visto antes, señor...

- O'Neill, doctor Michael O'Neill, un placer señor Grey.

- ¿Me conoce? - preguntó extrañado.

- Tanto como usted a mi, señor. Sus viajes por el mundo son bastante admirables.

- No tanto como sus hallazgos doctor – dijo sinceramente – Pero dígame ¿A qué debo el placer?

- Curiosidad señor Grey. Como sabe soy historiador y arqueólogo, con lo que seguramente habrá visto mucho más que la mayoría de los vástagos que aquí se encuentran. Si pudiera hablarme de alguna de sus aventuras, me complacería mucho señor Grey.

- Será un honor doctor O'Neill – dijo sorprendido pero al mismo tiempo halagado.

Me habló de la evolución en moda y forma de vida en París; de como descubrió secretos de los masones en el viejo continente, e incluso que conoció a la misma leyenda hecha vástago del caballero que dio muerte definitiva al maldito Drácula. Me fijé que Adler hacía ademán de irse y entonces me excusé con Grey, alejándome de la zona por entre las columnas, pero sin perder detalle de Adler. Recurrí una vez más esta noche a mis sentidos sobrenaturales.

- Oh Miss Adler – dijo Grey – Por fin vuelve. Espero que haya disfrutado en su charla con su conocido.

- Desde luego señor Grey – dijo la dama – Pero usted tampoco parece haber estado solo, pues una eminencia en la materia de arqueología ha estado con usted.

- Ah si, el doctor O'Neill – dijo un poco distraído.

- Dígame – preguntó con curiosidad Adler - ¿Cómo es? ¿Qué impresión le ha dado?

- Un hombre que parece un erudito, aunque un tanto pomposo y adulador.

- ¿Por qué cree eso?

- Me preguntó sobre algo de mi vida, vivencias – dijo el Giovanni.

Adler sonrió y parecía que iba a hablar, pero al final no dijo nada a Grey. Me pregunté en ese momento por qué no me había delatado si se suponía que estaba de su lado. Tal vez no quisiera hacer eso delante de todos los presentes, de los cuales no era yo el único que podía escuchar. Pero al mismo tiempo podría haberlo hecho desde hace dos noches y no lo hizo. “¿De qué lado estará esta mujer?”, pensé en ese momento.

García y Watson hablaban animádamente sobre un proyecto que este último tenía entre manos.

- ¿Está seguro que es una buena idea Watson? - dijo García.

- Desde luego amigo mío – dijo el Brujah – Un club para caballeros caínitas es un lugar perfecto para que los de la estirpe tengan un lugar de esparcimiento. Un lugar donde poder dirimir opiniones, jugar al billar e incluso para el vástago interesado aprender de lo que algunos dicen que es la mejor espada de Londres.

Ambos rieron, sin percatarse de mi cercanía hasta que no estuve casi adyacente a ellos. Carraspeé para que supieran de mi presencia.

- Doctor O'Neill – dijo García – Confío en que su entrevista con el señor Grey haya sido provechosa.

- Lo ha sido sin duda caballero – dije – Sin embargo, también me encomendaron una tarea y tengo noticias para ustedes.

- Bien – dijo Watson – Hablé, por favor.

- Un grupo anarquistas entrara a la ciudad. Llegaran ocultos en carromatos Ravnos, moviéndose sobre todo por las zonas neutrales y Gangrel hasta lo que ellos han llamado “El lugar donde las campanas suenan más fuerte”.

- ¿Tiene idea de dónde habrá un lugar así en Londres, Watson? - preguntó el Lasombra.

- No – dijo Watson – Pero aún tenemos tiempo para averiguarlo.

- Si me lo permiten – dije – El lugar donde suenan las campanas son aquellos como iglesias, catedrales o incluso algunos otros lugares.

- ¿Tiene idea de algún lugar?

- Podría ser la catedral de St Paul – dije dudando y recordando entonces que hay otro “campanario” más vistoso y que era un símbolo de la ciudad y de Inglaterra. - Es el Big Ben.

- ¿Está seguro? - dijo García – Eso es un reloj, doctor O'Neill.

- Y posee el campanario más popular de la ciudad.

- Tiene razón García – dijo Watson – Gracias por su ayuda, doctor.

- A ustedes por ayudarme en mi investigación señores.

- Por lo que parece su compañero parece haber tenido suerte – dijo el Brujah señalando al doctor Strange, que parecía acabar de llegar al Eliseo.

Asalto a la casa de Dorian Grey (Narración del doctor Stephen Strange)

Tras dejar en el Elíseo a mi compañero distrayendo a Irene Addler y a Dorian Grey, pedí un carro para ir hacia la mansión de este último. La operación sería coser y cantar. Mandar un par de espíritus a investigar donde pudieran estar un par de evidencias materiales para acusarle sobre el ritual de Drácula y que me las trajeran.
Cuando llegué a la casa de Dorian Grey llamé a mi fiel amigo Edward, un Centurión del Imperio Oscuro de Hierro.

- Edward, ¿puedes pedir a tus exploradores mas veteranos que se infiltren en esa mansión y me busquen cosas acerca de un ritual egipcio y anotaciones del hechicero?

- Lo haría si pudiera, doctor – dijo mi fiel amigo un tanto preocupado - pero me es imposible penetrar ahí dentro pues una pared de energía entrópica me impide pasar a mi y a cualquier espíritu.

Efectivamente, usando mis dones de Nigromancia pude ver una cúpula que se había formado alrededor de la mansión, impidiendo a cualquiera al otro lado del manto penetrar en ella.

- Entonces tendré que entrar yo mismo.

- Buena suerte doctor, si hubiera problemas salga corriendo.

- Lo haré Edward. No soy un espadachín duelista ni un soldado, sólo un simple y viejo parapsicólogo.

Nunca me he metido en una casa a husmear, ni tampoco jugué mucho al escondite de pequeño, pues los niños de mi barrio me evitaban porque me creían maldito por ver más de lo que una persona normal puede ver. No se equivocaban
Miré a las ventanas por si por ventura alguna estuviese abierta. No hubo suerte, así que decidí intentar entrar por la puerta del sótano exterior, la cual al comprobarlo también estaba cerrada.
No disponía de algo parecido a una ganzúa pues no soy un forzador ni un ladrón, así que imbuyendo en Vitae a mi anciano cuerpo, aumenté el poder de mis músculos que combinados con la Don de la Potencia pude romper la cerradura y abrir la puerta.
Obviamente el estruendo que hice fue suficiente para atraer a los sirvientes ghoul del señor Grey. Los escuché bajando las escaleras:

- ¿Eh? ¿Que ha sido eso? ¡Me ha parecido oir algo! ¿Viene del sótano!

Me escondí en un tonel semivacío (tenia algo de harina, así que adiós a mi traje de los domingos)
Mientras los ghoul inspeccionaban el sótano.

- ¡Fijaos! - dijo una voz - ¡Han reventado la cerradura de la puerta! Es posible que tengamos un intruso pero habrá huido o estará por la casa. De momento apuntalemos la puerta.

Cuando el ruido cesó y los pasos se dirigieron escaleras arriba, esperé unos minutos por seguridad y acto seguido salí con cautela del barril. No se veía a nadie. Comencé a subir escaleras arriba procurando no hacer ruido, aunque mis zapatos eran un poco ruidosos al caminar por ser tan nuevos. Intenté amortiguar el sonido lo máximo posible pero no fue suficiente. Al ir subiendo hacia la planta de arriba escuché dos voces que decían

- ¿Quien es ese? ¡Eh usted! ¡Alto ahí!

“Si no miras, no está ahi”, pensé. Y subí las escaleras hacia arriba con paso ligero como cuando cruzaba la calle mirando hacia el suelo y me acercaba tanto a los carruajes que incluso los cocheros me amonestaban por el hecho aparentado de no prestar atención.
Me escondí en una habitación y, para mi suerte, resultó ser una biblioteca.

- ¡Cerrad las ventanas del primer piso y las puertas! - gritó un sirviente - ¡Llamad a la policía!

Me quedé un momento escondido detrás de la puerta con el bastón levantado, por si alguno se atrevía a entrar. Sin embargo no escuché a nadie acercándose al piso de arriba. No sabía cuánto tiempo tendría hasta que algún agente llegara. Por lo que me puse a buscar pistas antes de que Scotland Yard viniera a por mi. Encontré un libro sobre rituales egipcios muy interesantes que tenía pinta de haber sido usado recientemente pues no tenía tanto polvo como los demás libros. Lo guardé en mi cartera y fu a buscar el despacho del señor Grey.
Lo encontré cerca, y me puse a buscar rápidamente en los cajones de su escritorio frenéticamente. En el segundo cajón toqué algo duro. Parecía un pequeño libro en cuero, con dos hebillas para cerrarlo. Un diario. Lo encontré y leí brevemente el final. Descubrí que es inmortal, pero su debilidad parece ser su bien mas preciado, un retrato suyo y que mi clan se lo quitó hace tiempo aunque el señor Grey lo recuperó, con lo cual deduje que el también es Giovanni.

- ¡A todos los sospechosos! ¡Estáis bajo arresto! ¡Tirad las armas, dirigios al agente de policía mas cercano y rendíos! -Era la voz de Scotland Yard. Habían llegado. Sabía que eran meros mortales, pero si me cogían, tendría muchos problemas con la Corona y el señor Grey.

Mejoré la resistencia física de mi cuerpo con Vitae, abrí la ventana del despacho y salté. Calculé que habría unos 6 pies de caída, pero por suerte para los Vampiros el daño físico que provoca traumas en el cuerpo apenas nos afecta. El impacto no me afectó, pero la policía me se percató de mi presencia en el jardín.

- ¡Eh! ¡Alto en nombre de la ley! - dijo un agente abriendo la puerta del despacho.

Una vez mas, imbuí fuerza de mi sangre a mis músculos y mi cuerpo se ensanchó como el de un soldado espartano, tal como en los libros de historia los describen como vigorosos y fuertes.
Corrí como si me persiguiese el Jinete sin Cabeza, poniendo todo mi empeño y voluntad en ello. Dejé a los policías atrás pronto. Paré un coche de caballos y puse rumbo a mi casa.
Una vez en la tranquilidad de mi hogar, noté que mi bestia interior me pedía sangre a gritos, con lo cual eché mano de la botella que compré la noche anterior y me la bebí entera. Conforme el dulce sabor de la sangre humana bajaba por mi garganta, noté como mi bestia se apaciguaba rápidamente. Casi pude notar una especie de ronroneo dentro de mí, como si un inofensivo gato se acurrucase para dormir en el regazo de su amo.
Me cambié de traje para no levantar sospechas y me puse a hacer copias del diario de Dorian Grey.
Dejé las copias en mi casa y me dirigí al Elíseo de nuevo.
Cuando llegué al Elíseo, mi compañero el Doctor O´Neill se me acercó rápidamente. Un Cainita al que no había visto nunca le acompañaba.

- Me alegro de volver a verle Strange, le presento al detective Macgonagall, trabaja para Scotland Yard, le he puesto al tanto de nuestra investigación sobre Drácula.

- Encantado de conocerle detective Macgonagall, soy el Doctor Extraño.-dije estrechándole la mano.

- Si nos disculpa tengo que tratar un par de asuntos con el Doctor O´Neill, enseguida estamos con usted.

- No hay problema caballeros, les espero aquí mismo.

Acto seguido, O'Neill me condujo a su despacho, donde ya lejos de miradas y oídos indiscretos, tratamos el tema en cuestión.

- Y bien Strange ¿ha conseguido evidencias? - dijo un poco nervioso el egiptólogo.

- Así es doctor, - dije y con gesto teatral saqué de mi bolso de viaje dos libros - Tengo un diario, propiedad del señor Grey donde explica todo con pelos y señales y también este libro de rituales egipcios, échele un vistazo.

El buen Doctor O´Neill era una eminencia en Egiptología, sin embargo a pesar de que hacía cinco años que se había convertido en Vampiro, aún era demasiado... mundano. Mientras leía una parte del libro de rituales, lo cerró de golpe y dijo:

- ¡Paparruchas! ¡Lo que pone aquí es imposible de llevar a cabo! ¡No es demostrable científicamente!

- Ay Doctor, Doctor...¿No se da cuenta que usted mismo no es demostrable científicamente? Trate de pensar que lo sobrenatural existe y la ciencia no puede explicarlo. Si usted cree en vampiros y fantasmas y está investigando un ritual sobre como invocar a Drácula ¿No cree que todo es posible?

- En cualquier caso no nos sirve como prueba. - dijo mi compañero.

- Mostrémoselo al Príncipe. Yo creo que el tendrá otra opinión.

- Y dígame, Strange ¿Ha tenido problemas en casa del señor Grey? ¿Le vieron?

- Sí, pero solo de espaldas. Conseguí escapar y cambié de atuendo. Nunca sabrán que he sido yo.

Algo parecía extrañar a O'Neill, pues con cara un poco molesta se levantó de su silla y con decisión se encaminó a la puerta y abriéndola, detrás de ella se encontraba el recién conocido detective McGonnagan.

- Vaya vaya, ¿Así que colándose en casas ajenas por la noche y cogiendo sin permiso lo que no es nuestro, eh? ¡Ay gorriones! No creo que a ciertas personas les haga gracia esto...

- ¡¡Sucio fisgón!! ¡¡Esto era una conversación privada!! -dijo mi compañero bastante molesto mientras yo templaba mis puños.

- Le entiendo doctor O'Neill – dijo totalmente calmado el Nosferatu – Pero debe entender que mi clan trabaja con información y claro...tengo que hacer mi trabajo, aunque podríamos hacer un trato...

- De modo que es un Nosferatu. No me sorprende pues ya pude ver su verdadero rostro cuando me abordó en la reunión. Sepa señor, que su casta me parece lo más bajo del mundo Cainita.

- No es la política lo que más me interesa, amigo Toreador – dijo con un poco de repulsa en sus labios – Sino más bien una ayuda por mi parte para tapar el... fallo de su amigo y cambio ustedes me pagan con información. Creo que es un trato más que justo.

- Si nos ayuda en la investigación ofreciéndose voluntario, el Príncipe sabrá recompensarle bien. - le dije con voz queda. Me juré a mi mismo que la próxima vez en que tratara un tema confidencia, colocaría un ghoul en la puerta para que no me espíen mientras hablo en privado con otra persona.

- Muy bien - dijo el detective.- Denme el diario y lo pondré en su sitio ya que ustedes tienen una copia. Moveré mis hilos y haré que se culpe a un mendigo o ladrón cualquiera del asalto a la casa del señor Grey.


Acto seguido el detective se marchó con el diario de Dorian Grey y nosotros nos dirigimos a la cámara real para pedir audiencia con su Alteza.

(La Narración vuelve al doctor O'Neill)

Salimos de mi despacho y volvimos de nuevo a la galería principal . La mayoría de los invitados se habían marchado, aunque los antiguos y notables aún permanecían en el Elíseo. Buscamos al Príncipe y le mostramos las pruebas halladas. Esto hizo que reaccionara de un modo bastante enérgico. Llamó a dos de sus sirvientes y oí que les daba instrucciones para que los antiguos fueran convocadas en la sala de conferencias del museo para algo urgente que el anciano vampiro tenía que decir.
Me senté en una mesa hojeando de nuevo el libro de rituales. No terminaba de creerme lo que contaba, pero aún así recogí la información que necesitaba. Al parecer los vasos cánopes era un medio de control para el maldito, hasta cierto punto. Cuando acabé mi lectura, la sala se había vaciado.
Me dirigí a paso ligero a la sala de conferencias. Dos ghouls de considerable tamaño me impideron el paso y uno de ellos negó con la cabeza añadiendo que el Príncipe estaba reunido.

- Déjenme pasar – dije – Tengo nueva información para su excelencia.
Los guardianes se miraron a lo que luego, uno de ellos entró a la sala para salir un minuto más tarde.

- Su excelencia dice que pase – dijo el ghoul y señaló también a mi compañero – Usted también.

El ambiente dentro de la sala estaba cargado. No solo por la tensión de lo que se avecinaba sino por el poderío de presencias de vampiros que habían vivido tantas vidas. Todo el elenco del verdadero poder de la ciudad se concentraba en esa habitación. Habría deseado gritar por las miradas inquisitivas de los antiguos y sus auras apabullantes que amenazaban con hacerme desaparecer como un insecto. Se sentaban en dos hileras de asientos en dos palcos laterales y en una tarima donde exponer, estaba Mithras con su senescal detrás de él, Lady Anne Bowesley. También se encontraba ahí Sherlock Holmes, aunque en ningún lado, sino en el centro de la sala. Me sonrió levemente invitándome a que me acercara.

- O'Neill – dijo el detective – Adelante no sea tímido. Han dicho que tiene nueva información sobre el ritual.

- Así es – dije mirando hacia abajo sin atreverme a mirar a nadie – Hay dos cosas sobre el ritual que sabemos. Una es que todavía no en un lugar exacto pero sabemos donde se hará y la segunda es que necesitan unos utensilios para controlar a Drácula. Cuatro vasos cánopes conteniendo los órganos de las víctimas. Esos vasos son vitales para controlar al maldito.

- ¿Y dónde cree que podrían estar? - preguntó Holmes.

- Aquí – dije sacando los cuatro de mi bolso de viaje – En mi poder.

Hubo murmullos en la sala. Vampiros señalándome y cuchicheos entre ellos. Algunos sonreían sabedores de la ventaja de la que disponíamos, otros en tono serio y pensativo solo se limitaban a observar. Holmes me miró con rostro divertido.

- ¿Está seguro doctor? - preguntó inquisitívamente.

- Lo estoy excelencia – le dije al Príncipe.

- Y sobre el ritual doctor – dijo su excelencia - ¿Dónde cree que se hará?

- Fuera de la ciudad. No sabemos dónde exactamente, pero si sabemos que será hacia el norte.

- En ese caso señores, su tarea será de descubrir dónde será. No disponen de mucho tiempo me temo pues la noche envejece y será mañana por la noche cuando se realice. Cuando descubran la ubicación, los que de esta cámara lo deseen le acompañaran para ayudarles como refuerzo.

- Se lo agradezco excelencia – dijo Strange – Pero ¿No sería mejor destruir los vasos?

- Si fuera así, Strange – dije – Y si Dracula se levantara, no habría modo de controlarlo. Si aun despertado poseemos los vasos, todavía podríamos derrotarle. Pero, no quiero llevar los vasos al mismo lugar del ritual, por lo que si fracasamos o incluso morimos haya vástagos aquí que protejan y guarden los vasos como última baza.

- Buena observación doctor – dijo Holmes – Pero ¿Quién tendrá el honor de guardar esas preciadas reliquias y quién irá a socorrerle? He ahí lo importante ahora.

Miré a Mithras buscando sabiduría. El príncipe sin embargo se levantó y dijo.

- Esa decisión señor Holmes , compete a nuestros jóvenes vástagos. Pues ellos han descubierto todo aquello que va a ocurrir y por ello veo justo que decidan.

- Bien pensado excelencia – dijo Holmes – Así pues doctores, el tiempo apremia y deben tomar una decisión.

- Bien... - dije un poco vacilante – Eh... si creo que el primer vaso será mejor que sea guardado por Lord Cadbury.

- Con orgullo portaré con él – dijo el anciano Toreador levantándose.

- Creo que... el segundo sería menester que lo poseyera Lady Summers.

- Doctor – dijo Holmes - ¿Podría dar mi opinión al respecto? Lady Summers posee conocimientos arcanos y ocultistas, por lo que creo que sería correcto que acompañara a aquellos que irán a ayudarle.

- Muy cierto señor Holmes – dijo Strange. - Creo que el Padrino Corleone sería un buen custodio.

- El señor Corleone ha tenido un accidente desafortunado en su Logia – dijo Mithras – Doctor O'Neill, sería mejor que eligiera a otro vástago más capaz.

- En ese caso, creo que el señor Holmes será adecuado – dije entregando una de las estatuas al detective consultor.

- Si así lo desea doctor – dijo Holmes – lo aceptaré.

- La tercera la cederé a Flavión García quien....

- ¡Esto es un ultraje! - dijo un antiguo que reconocí como Ian Whitecastle, primógeno del clan Ventrue - ¡Va a confiar algo tan importante en un traidor como él!

La congregación murmuró levantando la voz. Gente discutiendo sobre la declaración de Lord Whitecastle. Mithras se alzó de nuevo y con su retumbante voz gritó:

- ¡SILENCIO! El señor García ha demostrado a la Camarilla tanto aquí como en el Nuevo Mundo su valor y su lealtad.

- Pero excelencia – dijo Whitecastle – Es un apestoso Lasombra. Un Sabático, siempre será un sabático. Un traidor.

- Este Sabático como usted lo llama – dijo Mathew Watson – Es mi mejor amigo y compañero de armas Milord. Soy un respetable soldado de la Camarilla y puedo declarar que este hombre es tan de fiar y honorable como cualquiera o más de los que aquí nos reunimos. Por este insulto Lord Whitecastle podría retarle, pero por respeto a su excelencia y la urgencia de la situación ignoraré sus calumnias.

- Caballeros – dijo el príncipe – Serénense. Doctor O'Neill, prosiga.

- Mis disculpas señor García – dije – Pero será mejor que Lord Whitecastle guarde la tercera estatua.

- No me ofende, doctor – dijo el Lasombra – Pues así me concede la oportunidad de volver a mostrar mi lealtad acompañándoles a ayudarles contra esos engendros.

- Y la última, he decidido que la guarde – dije mirando al príncipe – su excelencia Mithras.

Todo el auditorio se llenó de murmullos. Algunos de admiración, otros de extrañeza. Algunos miraban con preocupación al príncipe, y al joven Toreador. Como si ese neonato no fuera consciente de que el príncipe en sí mismo podría desear dar rienda suelta a su bestia y combatir. Me percaté de esa inquietud y añadí:

- Excelencia sé lo que parece – dije con voz queda – Pero no lo hago por deshonraros. Sino porque en estos tiempos de crisis, considero que alguien como vos debe ser protegido, como el rey en el juego del ajedrez. Pues sois el centro de nuestro conocimiento y sabiduría, al igual que el pilar de esta ciudad.

- Lo comprendo O'Neill – dijo el príncipe – Y por ello con honor guardaré el vaso. Ahora caballeros, partan para descubrir dónde se encuentran nuestros enemigos. El carruaje está listo con un hombre de confianza y también armamento que podrían necesitar.

Hicimos una profunda reverencia y salimos de la sala, dispuestos a encaminarnos al carruaje. Antes de bajar por las escaleras para ir a las caballerizas, Lady Summers a paso ligero nos alcanzó.

- Caballeros - dijo entregándonos una piedra plana y blanca. - Esto les ayudara para pedir ayudar en el momento preciso. Tan solo tienen que partirla por la mitad y susurrar a la piedra el mensaje. Entonces sabré de forma instantánea lo que dijeron y pondré en camino a todos nosotros.

- Se lo agradezco Lady Summers – dije con una ligera reverencia.

- Buena suerte caballeros.

Diez minutos más tarde nos encaminábamos a la puerta norte de la ciudad. El reloj marcaba las cinco y veinte minutos de la mañana. El amanecer estaba próximo. Mi compañero a su vez llamó a su espíritu y a la nada preguntó:

- Edward ¿Puedes ver el castillo?

“Hacia el norte. Siempre al norte puedo ver la inmensidad de sus almenas”

- ¿A cuánto calcula que puede estar? - pregunté a mi compañero.

- No lo sabe, puesto que no podemos estimar un tamaño ¿Qué sugiere?

Me asomé por la portezuela y le dije al cochero

- Jameson, conduzca durante doce horas a partir de las seis de esta mañana y entonces pare.

- Muy bien doctor – dijo el ghoul – Sería mejor que cerraran por dentro y se oculten bajo los asientos. Este carruaje está preparado para gente como ustedes.

- Gracias Jameson.


Cerramos los postigos y las puertas por dentro, corriendo las negras cortinas del carruaje. Abrimos los asientos y bajo ellos habían dos aberturas como dos ataúdes acolchados por dentro. Dormimos hasta la noche.

sábado, 16 de mayo de 2015

(Extracto narrado por el doctor Stephen Strange)


Tras seguir a Skinner al hotel al que se alojaba y sobornar a un perpetuo botones que llevaba muchos años trabajando allí (vivo y no vivo), decidí comprar en la taberna de Viktor Frankeinstein una botella con sangre humana, con tal de celebrar pronto una pequeña reunión con los neonatos de mi clan para que me apoyasen con lo de la calavera de cristal; pues revelar toda la información a los antiguos de mi clan, borrachos de poder y creyéndose superiores a todo el mundo podría costarme mi no-vida. No tengo ningún miedo a la muerte, pues solo indica el fin de un ciclo y el principio de otro, pero todavía tengo ciertos planes en el mundo terrenal que quiero llevar a cabo antes de marcharme.

Cuando llegué a la logia me recibió un neonato (no recuerdo bien su nombre. Mi anciana mente a veces olvida las cosas) que estaba muy alterado.

- ¡¡Eh santito!! -dijo el muy imbécil. Todos me llaman así solo porque ayudo a los espíritus en sus asuntos para estudiar la Trascendencia - ¿A que no sabes lo que ha pasado?

- Sorpréndeme. - dije yendo de sobrado, pues después de lo de Drácula pocas cosas me iban a sorprender ya.

- Resulta que uno de los chiquillos de Don Corleone ha intentado...¡¡Invocar al Jinete sin cabeza!!

- ¿Ya te has bebido a un borracho, chaval? - le dije con cara de incredulidad.

- Ven a verlo tu mismo. - dijo con aire petulante.

Me llevó hasta una sala con varios nichos y una vidriera muy colorida. Había floreros llenos de rosas y claveles; sin embargo me sorprendí al verlos marchitos, pues hace dos noches los recordaba frescos y con un olor muy agradable. Delante de un altar improvisado había una especie de calavera de cristal, obviamente falsa. Aquello no emanaba ninguna fuerza entrópica. Sin embargo, el aire estaba cargado de la energía de El Olvido, ese vórtice de energía oscura y entrópica situada en el corazón de La Tempestad, que marca el Fin de todas las cosas.

- Fíjate aquí -dijo señalando una parte del suelo - ¿Ves las cenizas? Pues hace solo diez minutos era uno de los antiguos.

Efectivamente había un puñado de cenizas. Mi anciano rostro se llenó de indignación al ver como alguien tan poderoso podía ser también tan estúpido e insensato.
       
 - Esta juventud... - dije con pesar.

 - Eeeemmm, el tenía mas del doble de años en total que usted. - Me dijo el neonato.


 - ¡Ah si! - dije recordando que mi aspecto no es el de un chaval comparado con los Cainitas de la ciudad. - En fin ¿Cómo está el padrino?

 - ¿El padrino? - dijo riendo entre dientes mi molesto acompañante - Está que se sube por las paredes. Lleva un rato encerrado con nuestros sires, el consigliere y su otro protegido. Piensan que el Jinete puede venir cuando le plazca y hacernos de todo cuando quiera.

En ese momento sonaron fuera de la logia unas trompetas. Reconocí su melodía, se trataba del anuncio de La Corona que se presentaba ante nosotros. En ese momento todos atraidos por la curiosidad y el respeto a Su Majestad nos acercamos a la entrada.

- ¡¡Dejadme pasar, neonátos!! - dijo el padrino con su habitual ``dulzura´´ siendo esta vez aún mas amable. En el sentido mas irónico de la palabra

Un par de ghouls abrieron las puertas y al otro lado estaba la Sheriff con una escolta de dos antiguos que reconocí enseguida: el señor Mathew Wattson y el señor Flavión García. No se por que estaban aquí si no habia anarquistas a los que matar.

- ¿Se puede saber que ha pasado aquí? - Preguntó la Sheriff con cara de pocos amigos. Aunque siendo sincero nunca la he visto con una cara que no sea esa.

- Oh nada importante, Miss Parr. Uno de mis chiquillos ha hecho una trastada, pero ya está solucionado.

- Claro, claro. Don Corleone tengo fuentes fiables que afirman que aquí se ha hecho una invocación de un espíritu muy peligroso que ni ustedes pueden controlar. Así que me temo que tendrá que acompañarme pues el Príncipe arde en deseos de charlar con usted.

- Enseguida Miss Parr, señor Rosellini, quédese al mando en mi ausencia.- dijo el padrino con su falsa cortesía llena de odio, que todo aquel que no lo conozca como nosotros sería incapaz de detectar.

El padrino se fue y el consigliere parecía estar al borde de que su bestia se liberara. Me sentí bastante intimidado en ese momento, incluso traté de escurrir el bulto.

- ¡¡A formar todo el mundo!! - dijo fuera de sí.

Nos pusimos formando dos filas de vampiros y ghouls esperando las terribles palabras del consigliere. Todos sabíamos qué le esperaba al culpable. La tensión se palpaba en el ambiente. Tras dos minutos exactos de silencio en el cual el señor Rosellini parecía escudriñar el rincón más profundo de nuestras almas preguntó:

- Y bien, ¿Quien ha sido el gracioso que ha abierto la boca?

Tan sólo se escuchaban los grillos de fuera. Fue entonces cuando vi como como un neonato daba un pequeño y disimulado codazo a un ghoul. Para su desgracia, me pareció que el consigliere se dió cuenta.

- He... he sido... sido yo.... excelencia - dijo el ghoul adelantándose con terror, pues sabía cual sería el castigo que le esperaba.

- Vaya vaya, veo que tenemos al culpable - dijo el consigliere Cambiando el tono amenazante por algo más relajado. -  Acércate chico, no tengas miedo.

El sirviente se acercó arrastrando los pies con mucha parsimonia, como queriendo retrasar todo el tiempo posible con tal de librarse de su castigo.

- ¿Podrías contarnos por que lo has hecho, chico? ¿Dinero, poder? ¿El Abrazo quizás?

- Yo...yo... - decía gimoteando el ghoul.

El consilgiere se acercó mas a el y le susurró algo que no oí. Acto seguido golpeó con fuerza sobrehumana al muchacho. El ghoul cruzó la estancia unos metros por el potente golpe y chocó contra una de las columnas. Sin embargo, su miedo era mayor que su dolor, pues lloraba sabedor de su terrible destino.

- ¡¡Tu y tú!! - dijo el consigliere señalándome a mi y a otro neonato, curiosamente al que vi empujando al ghoul - ¡¡Lleváoslo abajo!!

Cogimos al humano de los hombros y lo arrastramos por las escaleras hacia abajo.

- Misericordia, por favor señor...yo no... yo no...- dijo gimoteando.

- Tranquilo chico - le dije - La muerte es solo un paso a un nuevo ciclo, no te dolerá...creo...

El antiguo vástago bajó imponente hasta la habitación donde teníamos retenido al pobre desgraciado. Por su parte, la presa se arrastró a una esquina murmurando palabras sin sentido mientras se tapaba la cara con las manos y en cuclillas no dejaba de menear el cuello de arriba a abajo. Pero  el consigliere no se acercó a él, sino al otro vampiro que nos acompañaba.

- ¿Sabes una cosa? - dijo teatralmente al joven vástago - Tu amigo ha hecho muy bien su papel ¿Crees que no me daría cuenta de tu truco, sucio traidor?

En ese momento el neonato se puso mas pálido aún de lo que estaba.

- Doctor Strange – dijo el consigliere – Meta a esta escoria en la celda. El padrino dirá cual es el mejor castigo para el.

Acto seguido subimos el consigliere, el ghoul y yo. Nada mas subir, vimos todos como una abolladura con forma humanoide y un sonido estruendoso se formaban en la puerta. Cuando nos acercamos para ver mejor la fisura, una espada de acero toledano la atravesó, dando paso a un monton de cenizas fuera.

- Éste era el ultimo... - dijo una voz que me sonaba al otro lado de los pesados portones

- ¡¿Qué demonios creen que están haciendo?! - dijo el consigliere abriendo la puerta furibundo. - ¡¡Esta puerta era muy cara!! ¿quien nos la paga ahora?

- Tranquilícese por favor señor Rosellini, la puerta corre de mi cuenta - dijo el señor Watson. -  Tenían ustedes un agujero en el cementerio por donde se colaban los anarquistas, ya lo hemos cerrado.

- En ese caso caballeros, les agradezco lo que han hecho por nosotros.

- No quisiera ser maleducado señor pero, la pelea nos ha dejado sedientos - dijo el señor Garcia.- ¿Le importa si solicitamos un poco de alimento? Podemos pagar por ello si fuera necesario.

- Desde luego que no – dijo el anciano Giovanni – Me encargaré de ello, aunque me temo caballeros que deberán hacerlo fuera de la Logia. No ha sido una noche fácil precisamente. Disculpen mis modales.

- No se preocupe por nada señor Rosellini – dijo tranquilamente el Brujah.

Dos ghoul trajeron una doncella que estaba dormida. Era joven y bella, tendría unos 20 años sin embargo mi deseo por la atracción física hacia años que había dejado de sentirla, es lo que tiene la vejez.

El señor García lo disimulaba como mejor podía. Pero sabía que en sus ojos no habría piedad por la humana y bebería su sangre hasta que sucumbiera. Por tanto pensé que era una buena oportunidad para estudiar la muerte desde un punto de vista científico. Saqué mi cuaderno y un lápiz y empecé a anotar los efectos que iba sufriendo la doncella conforme el señor García la vaciaba...¡Era asombroso! ¡ No sólo murió por falta de sangre en su cuerpo sino que también contrajo tuberculosis! Esto me hizo pensar que el señor García portaba  esa enfermedad y que lo que realmente le causó la muerte fue la temida infección.

- Vaya, vaya – decía uno de mis detractores desde la puerta – Parece que al santito el morbo es lo que le va. Que oculto lo tenías.

- ¿Se puede saber que está haciendo? - Me preguntó el señor Watson con cara de pocos amigos. - Muestre un poco de respeto por la muchacha.

- Ah disculpe señor Watson, mi interés es solo académico, termino de tomar mis notas y les dejo tranquilos.

- Lárguese – dijo cogiéndome de mi chaqueta. Su mirada se cruzó con la mía y sentí, por primera vez en muchos años...miedo...un miedo irracional...como si un Malfeo, el temido rey de los espectros, me mirase directamente. Retrocedí lentamente hacia la logia.

Cuando cerramos la puerta y tras unos momentos de murmullos y minucias sin importancia el consigliere me preguntó:  y bien doctor Strange ¿Ha averiguado algo sobre la calavera de cristal?

- He averiguado que en la batalla de Gibraltar en la Guerra de Sucesión Española, la calavera se usó, pero recibió un disparo y fue destruida. La última persona en tenerla fue un tal capitán Marriat. Sin embargo, hay dudas de si la calavera fue realmente destruida o no. También ignoro si este capitán tiene los trozos de esta o algún fragmento.

- Me suena ese nombre, pero creo que no es su nombre verdadero - dijo el consigliere. - De todos modos le he procurado un permiso especial para ir a la biblioteca negra y buscar información. Cuando encuentre algo revelador, vuelva lo más pronto que pueda, Strange.

- Así lo haré señor – dije haciendo una leve inclinación en señal de respeto y saliendo de allí.

Durante dos horas me perdí entre las crónicas que conformaban la biblioteca negra en busca de algo relacionado. Aún no comprendo como el doctor O'Neill es capaz de pasar noches enteras encerrado en tal lugar. Aunque el archivo está profundo bajo tierra, no pude evitar oír cómo el padrino perdía uno de los favores de la Corona. Me concentré en mi tarea y volví nuevamente a la Logia.

- Señor Rosellini – dije parando al anciano consejero - He averiguado que el verdadero nombre del capitán Marriat es Davy Jones. Está condenado a navegar en un barco llamado el Holandés Errante y solo puede bajar a tierra una vez cada diez años. He averiguado tambien que sabe donde esta la calavera.

- Celebro su celeridad y su entrega doctor Strange. - dijo complacido – Dada la lealtad que está prestando, haré que su excelencia el Padrino lo sepa. Puede volver a su hogar si lo desea y tomarse esta noche libre, se lo ha ganado doctor.

- ¿¿¡¡Que??!! ¿¿el santito puede salir y los demás no?? - dijo un neonato verde de envidia

- Señor Murdoch – dije refiriéndome al neonato que me molestaba constántemente – Me estoy cansando de sus ofensas. Si tan hombre se cree que es ¿Por qué no terminamos esto con un duelo ahí fuera?

- ¡Silencio! - ordenó el consigliere. - El doctor Strange ha hecho esta noche mucho por el clan y ustedes no han aportado nada, deberían aprender de su eficiencia. En cuanto venga el padrino contactaremos con el espíritu del capitán Davy Jones.

El Don apareció un rato después. Le contamos lo sucedido y nos pusimo con el ritual. Pude notar como el que lo pronunciaba dijo mal una palabra, justo en ese momento su mirada cambió y una voz diferente empezó a hablarnos:

- ¿Quien osa convocar al capitán del Holandés Errante?

- Hemos sido nosotros -  dijo el padrino. - Y más  vale que colabores o  vamos a darte tal paliza  que no te va a reconocer ni tu tripulación.

- No estáis en posición de amenazarme, pues puedo acabar con la vida de mi huésped...

- ¿Crees que me importa la vida de este neonato? Es totalmente reemplazable. Tenemos unas preguntas y quiero que las respondas con sinceridad. ¿Donde está la calavera y quien la tiene?

- La calavera se hundió en el fondo del mar, - dijo el poseído -  Actualmente la tiene un demonio. No podéis recuperarla si no habláis con él. Yo podría ayudaros pero claro...existe un precio...

- Adelante te escuchamos. – dijo el viejo regente tratando de mantener la serenidad.

- Ando escaso de hombres en mi barco, quizá si me llevo un alma conmigo...

- Llévate al que estas poseyendo, no me sirve de mucho. – dijo Corleone sin dar mucha importancia. Quise protestar, pero el consigliere disimuladamente me detuvo negando con la cabeza levemente, como si adivinara qué me proponía hacer.

- Trato hecho, pero el pacto con el demonio seguramente no durará más de un mes, en todo ese tiempo el jinete sin cabeza no vendrá a Londres.

- Y cuando venga, ¿Cómo podremos derrotarlo?

- Existen cinco armas sagradas que en manos de poderosos guerreros podrían derrotarlo: la lanza de Longinus, la lanza de Zeus, la espada de William Wallace y la Tizona y la Colada, las espadas del Cid Campeador. – miró con los ojos en blanco a todos nosotros y preguntó con cierta impaciencia - ¿Puedo marcharme ya?

- Desde luego, pero antes te enviaré a tu nuevo grumete. – dijo Corleone haciendo un movimiento de mano para quitar de dentro al fantasma y que el neonato recobrara la consciencia.

- ¿Qué ha pasado señor? – preguntó confundido, ignorante de su terrible destino.

- Nada, muchacho. El espíritu te poseyó como canal para comunicarse con nosotros. Pero no te preocupes, ya tenemos todo solucionado y todo gracias a ti. Te mereces una buena recompensa. - dijo el padrino con una sonrisa.

- ¿De veras mi señor? - dijo el neonato iluminándosele la mirada.

- Dime ¿Te gusta viajar?

- Desde luego señor. No quepo en mi entusiasmo ¿Me enviareis a alguna búsqueda?

- No exactamente – dijo el padrino - Vas a estar haciendo un viaje en barco por muuuuchoooo tiempo.

- ¿Cuanto tiempo? - Preguntó intrigado el desdichado

- Pues por lo menos cien  años. Tu destino te aguarda… como tripulante en el  Holandés Errante.

- ¡¡¡NOOOOOOOO!!! – dijo histérico el muchacho – Piedad, Don Corleone. Cualquier cosa menos esa...ese capitán es...

- Tu nuevo jefe...Buen viaje chico

 El neonato gritó fuera de sí para luego ver como su cuerpo se descomponía lentamente en ceniza ardiente. En ese momento su cuerpo cayó al suelo y todo su ser se hizo polvo y ropas huecas.