DÍA
8 (9 DE FEBRERO DE 1842)
El Museo Británico brillaba en todo su esplendor. Todas
sus ventanas aparecían encendidas y con bastante movimiento dentro.
Los Toreador se esforzaban incesantemente, ultimando los preparativos
para la reunión convocada por su excelencia, a petición del señor
Mathew Watson; con motivo, según decía él de que tuviera la
oportunidad de hablar con los vástagos que se presentaran con rangos
de caballero o nobles para hablarles de algo importante. La verdadera
razón de ello, y solo lo sabíamos el caballero Brujah, su mejor
amigo el señor García y tanto el doctor Strange como yo. Debíamos
conseguir alguna prueba material del proyecto del señor Grey; y para
ello era indispensable, a la par que indecoroso, entrar a hurtadillas
en su morada y sustraerle alguna cosa que le incriminara de forma
directa. Como es lógico, el baile en el Eliseo, suponía que el
señor Grey saliera y de ese modo la oportunidad sería perfecta. Por
desgracia, su amiga Adler no solo se dio cuenta de que la seguí hace
dos noches y de que le hablé más de la cuenta de mi investigación.
Por fortuna no sabía lo que nos proponíamos a hacer, pero por
precaución a una invitación no muy esperada por su parte al Eliseo
para conocer y hablar con su acompañante Giovanni, acepté pues me
parecía mejor hacerme ver como previsible y así no levantar más
sospechas.
Mi
carruaje paró a escasos metros de la verja de entrada. El doctor
Strange me esperaba en uno de los laterales de la escalinata de la
entrada un tanto inquieto, pues no paraba de moverse de un lado a
otro, como si deseara que esta noche pasara rauda y nuestro objetivo
cumplido.
- Buenas noches doctor Strange – dije respetuosamente –
Preciosa noche para una reunión de la Sociedad Nocturna ¿No le
parece?
- Desde luego doctor O'Neill – respondió mirando a
todos lados para asegurarse de que nadie más estaba lo bastante
cerca – Espero que esto funcione.
- ¿Está seguro de que podrá usted? - pregunté
extrañado – Aún podría acompañarle.
- Si lo hace, y a la vista de alguno de estos vástagos,
podría levantar aún más sospechas. No se preocupe, tengo ayuda de
unos cuantos amigos míos – dijo refiriéndose a aquellos que han
dejado de estar vivos pero no por ello menos útiles. - En cuanto
Dorian Grey se presente, me pondré en camino.
- Tenga cuidado doctor – dije estrechando su mano –
Buena suerte.
Me quedé solo en el lateral, próximo al gran león de
piedra que coronaba la escalinata mientras fumaba una pipa y
preguntándome de qué iba a hablar al señor Grey, o incluso
preguntándome de si ya sabría que un eminente egiptólogo le seguía
los pasos. Consideré incluso la posibilidad de ahondar más en el
asunto e intentar convencerle de que me dejara unirme a su causa como
experto en la materia.
- Doctor O'Neill, siempre es un placer verle – dijo
Watson acercándose a mi y bajando el tono de su voz despues –
Tenemos nueva información sobre el sujeto al que ha de vigilar. Al
parecer tendrá un aspecto bastante desaliñado, pelo enmarañado y
de un color castaño característico y con barba talar a la par que
el pelo largo. También su estatura es bastante inusual pues mide
casi seis pies.
- En ese caso no me costará mucho encontrarle – dije -
¿Qué desean saber más que nada?
- Su contacto y lugares donde esas ratas anarquistas se
esconden.
- No se preocupe, me ocuparé de ello.
Watson asintió y volvió con su esposa y su compañero
con lo que parecía ser su mujer. Entré en el Eliseo. Habían
habilitado la galería central como salón de baile y con mesas donde
tomar algo y charlar. Pedí a un camarero una copa de “vino” y me
senté en una mesa, vislumbrando alrededor por si el hombre al que
debía vigilar entraba en escena. Algunos vástagos me saludaban,
algunos admirados por mis recientes hallazgos. Aunque me encanta
hablar sobre mi trabajo, tuve que despedirlos educadamente. Al cabo
de una media hora, el gangrel en cuestión entró y se dirigió a una
zona de la gran galería más solitaria, donde un hombre púlcramente
vestido, aunque a la manera de Europa del Este y no el acostumbrado
Frac negro o el uniforme militar que los caballeros suelen llevar en
estas reuniones. Cerré mis ojos concentrando en afinar mis oídos
para que pudiera captar los sonidos con más fuerza y a la par
conseguir separar y extrapolar los ruidos que no deseaba escuchar,
hasta que solo las voces de esos dos vampiros era lo único que
escuchaba
- Llega tarde señor Smith – dijo con un acento que me
pareció húngaro.
- La noche es larga señor Ibranovich – dijo el gangrel
en un tono despreocupado.
- No entiendo por que hemos de vernos en este lugar tan a
la vista.
- Porque estos ciegos e idiotas – dijo señalando
lévemente al Eliseo – Nunca podrían imaginarlo. Vayamos al
grano.
- Nuestros carromatos introducirán en la ciudad a sus
compañeros hasta el destino – dijo el extranjero. - Pero no me
dijeron adonde debía llevarlos.
- Donde las campanas más fuerte suenan en la ciudad.
- Muy astuto. En ese lugar nadie se atrevería a mirar –
dijo sonriendo para mirar alrededor por si alguien estaba
escuchando. - Entonces convenimos en que en dos días llegarán.
- Así es. Bien, me alegro de que estemos de acuerdo –
dijo el gangrel dándole un fajo de libras. La otra mitad convenida
se le entregará cuando mis compañeros estén a salvo y en la
ciudad.
- Desde luego, desde luego – dijo Ibranovitch guardando
el dinero en un bolsillo interior de su chaqueta – Bien, señor
Smith, que pase usted una buena noche.
Tomé un trago para disimular cuando el gangrel pasó al
lado de mi mesa. Tan interesado estaba en la conversación entre esos
dos, que no reparé que no me encontraba solo en la mesa que me
sentaba.
- El doctor O'Neill supongo – dijo el desconocido.
Me fijé en él. Vestía de una forma pulcra, aunque no
del todo formal pues aún llevaba puesto su sombrero. Tanto sus ropas
como sus guantes parecían de alguien más habituado a la calle pues
aunque estaban cepilladas y limpias no tenían la confección de la
gente rica. Me estremeció su voz, pues ni me percaté de su
presencia hasta que habló. Dirigí hacia él mi mirada de una forma
más fija, pues mis poderes aún estaban activos y subiendo por su
camisa y su chaleco cerrado, asomando la cadena de su reloj; pude ver
un semblante inhumano. Parecía una especie de murciélago. Orejas
puntiagudas y ojos rasgados como un felino. Sus caninos sobresalían
levemente de la comisura de sus labios y su piel parecía demacrada.
Sus facciones delataban su clan, a la par que su discreción. Era un
Nosferatu.
- Es un placer – dije asintiendo – Y me pregunto
caballero ¿Quién es usted?
- Detective Mathew McGonnagan – dijo estrechándome su
mano enguantada.
- ¿En qué puedo ayudarle señor McGonnagan?
No recuerdo qué fue lo que habló, pues aunque
aparentaba escucharle no quitaba ojo de Irene Adler y Dorian Grey, a
la par que a Flavión García, esperando que el antiguo Lasombra
excusara a su esposa de su ausencia un momento y hablara con la dama
Kyasid. Al cabo de cinco minutos, me asintió como intuyendo que le
observaba. Me levanté de mi silla.
- Interesante señor McGonnagan – dije prestándole
atención un segundo – Pero debo atender un asunto que requiere mi
atención. Discúlpeme.
Cuando García charlaba animádamente con Adler a una
distancia prudencial de Grey, me encaminé para hablar con el
caballero. Se encontraba junto a la Piedra de Rosetta, admirándola,
lo que iba a facilitar mis planes.
- Es hermosa ¿No es cierto? - dije de forma solemne –
Fue encontrada hace casi medio siglo, y ha sido clave para la
traducción y entendimiento de la cultura egipcia.
- ¿Le conozco señor? - dijo Grey volviéndose – Tengo
la impresión de haberle visto antes, señor...
- O'Neill, doctor Michael O'Neill, un placer señor Grey.
- ¿Me conoce? - preguntó extrañado.
- Tanto como usted a mi, señor. Sus viajes por el mundo
son bastante admirables.
- No
tanto como sus hallazgos
doctor – dijo sinceramente – Pero dígame ¿A qué debo el
placer?
- Curiosidad señor Grey. Como sabe soy historiador y
arqueólogo, con lo que seguramente habrá visto mucho más que la
mayoría de los vástagos que aquí se encuentran. Si pudiera
hablarme de alguna de sus aventuras, me complacería mucho señor
Grey.
- Será un honor doctor O'Neill – dijo sorprendido pero
al mismo tiempo halagado.
Me habló de la evolución en moda y forma de vida en
París; de como descubrió secretos de los masones en el viejo
continente, e incluso que conoció a la misma leyenda hecha vástago
del caballero que dio muerte definitiva al maldito Drácula. Me fijé
que Adler hacía ademán de irse y entonces me excusé con Grey,
alejándome de la zona por entre las columnas, pero sin perder
detalle de Adler. Recurrí una vez más esta noche a mis sentidos
sobrenaturales.
- Oh Miss Adler – dijo Grey – Por fin vuelve. Espero
que haya disfrutado en su charla con su conocido.
- Desde luego señor Grey – dijo la dama – Pero usted
tampoco parece haber estado solo, pues una eminencia en la materia
de arqueología ha estado con usted.
- Ah si, el doctor O'Neill – dijo un poco distraído.
- Dígame – preguntó con curiosidad Adler - ¿Cómo
es? ¿Qué impresión le ha dado?
- Un hombre que parece un erudito, aunque un tanto
pomposo y adulador.
- ¿Por qué cree eso?
- Me preguntó sobre algo de mi vida, vivencias – dijo
el Giovanni.
Adler sonrió y parecía que iba a hablar, pero al final
no dijo nada a Grey. Me pregunté en ese momento por qué no me había
delatado si se suponía que estaba de su lado. Tal vez no quisiera
hacer eso delante de todos los presentes, de los cuales no era yo el
único que podía escuchar. Pero al mismo tiempo podría haberlo
hecho desde hace dos noches y no lo hizo. “¿De qué lado estará
esta mujer?”, pensé en ese momento.
García y Watson hablaban animádamente sobre un
proyecto que este último tenía entre manos.
- ¿Está seguro que es una buena idea Watson? - dijo
García.
- Desde luego amigo mío – dijo el Brujah – Un club
para caballeros caínitas es un lugar perfecto para que los de la
estirpe tengan un lugar de esparcimiento. Un lugar donde poder
dirimir opiniones, jugar al billar e incluso para el vástago
interesado aprender de lo que algunos dicen que es la mejor espada
de Londres.
Ambos rieron, sin percatarse de mi cercanía hasta que
no estuve casi adyacente a ellos. Carraspeé para que supieran de mi
presencia.
- Doctor O'Neill – dijo García – Confío en que su
entrevista con el señor Grey haya sido provechosa.
- Lo ha sido sin duda caballero – dije – Sin embargo,
también me encomendaron una tarea y tengo noticias para ustedes.
- Bien – dijo Watson – Hablé, por favor.
- Un grupo anarquistas entrara a la ciudad. Llegaran
ocultos en carromatos Ravnos, moviéndose sobre todo por las zonas
neutrales y Gangrel hasta lo que ellos han llamado “El lugar donde
las campanas suenan más fuerte”.
- ¿Tiene idea de dónde habrá un lugar así en Londres,
Watson? - preguntó el Lasombra.
- No – dijo Watson – Pero aún tenemos tiempo para
averiguarlo.
- Si me lo permiten – dije – El lugar donde suenan
las campanas son aquellos como iglesias, catedrales o incluso
algunos otros lugares.
- ¿Tiene idea de algún lugar?
- Podría ser la catedral de St Paul – dije dudando y
recordando entonces que hay otro “campanario” más vistoso y que
era un símbolo de la ciudad y de Inglaterra. - Es el Big Ben.
- ¿Está seguro? - dijo García – Eso es un reloj,
doctor O'Neill.
- Y posee el campanario más popular de la ciudad.
- Tiene razón García – dijo Watson – Gracias por su
ayuda, doctor.
- A ustedes por ayudarme en mi investigación señores.
- Por lo que parece su compañero parece haber tenido
suerte – dijo el Brujah señalando al doctor Strange, que parecía
acabar de llegar al Eliseo.
Asalto
a la casa de Dorian Grey (Narración del doctor Stephen Strange)
Tras
dejar en el Elíseo a mi compañero distrayendo a Irene Addler y a
Dorian Grey, pedí un carro para ir hacia la mansión de este último.
La operación sería coser y cantar. Mandar un par de espíritus a
investigar donde pudieran estar un par de evidencias materiales para
acusarle sobre el ritual de Drácula y que me las trajeran.
Cuando
llegué a la casa de Dorian Grey llamé a mi fiel amigo Edward, un
Centurión del Imperio Oscuro de Hierro.
- Edward,
¿puedes pedir a tus exploradores mas veteranos que se infiltren en
esa mansión y me busquen cosas acerca de un ritual egipcio y
anotaciones del hechicero?
- Lo
haría si pudiera, doctor – dijo mi fiel amigo un tanto preocupado
- pero me es imposible penetrar ahí dentro pues una pared de
energía entrópica me impide pasar a mi y a cualquier espíritu.
Efectivamente,
usando mis dones de Nigromancia pude ver una cúpula que se había
formado alrededor de la mansión, impidiendo a cualquiera al otro
lado del manto penetrar en ella.
- Entonces
tendré que entrar yo mismo.
- Buena
suerte doctor, si hubiera problemas salga corriendo.
- Lo
haré Edward. No soy un espadachín duelista ni un soldado, sólo un
simple y viejo parapsicólogo.
Nunca
me he metido en una casa a husmear, ni tampoco jugué mucho al
escondite de pequeño, pues los niños de mi barrio me evitaban
porque me creían maldito por ver más de lo que una persona normal
puede ver. No se equivocaban
Miré
a las ventanas por si por ventura alguna estuviese abierta. No hubo
suerte, así que decidí intentar entrar por la puerta del sótano
exterior, la cual al comprobarlo también estaba cerrada.
No
disponía de algo parecido a una ganzúa pues no soy un forzador ni
un ladrón, así que imbuyendo en Vitae a mi anciano cuerpo, aumenté
el poder de mis músculos que combinados con la Don de la Potencia
pude romper la cerradura y abrir la puerta.
Obviamente
el estruendo que hice fue suficiente para atraer a los sirvientes
ghoul del señor Grey. Los escuché bajando las escaleras:
- ¿Eh?
¿Que ha sido eso? ¡Me ha parecido oir algo! ¿Viene del sótano!
Me
escondí en un tonel semivacío (tenia algo de harina, así que adiós
a mi traje de los domingos)
Mientras
los ghoul inspeccionaban el sótano.
- ¡Fijaos!
- dijo una voz - ¡Han reventado la cerradura de la puerta! Es
posible que tengamos un intruso pero habrá huido o estará por la
casa. De momento apuntalemos la puerta.
Cuando
el ruido cesó y los pasos se dirigieron escaleras arriba, esperé
unos minutos por seguridad y acto seguido salí con cautela del
barril. No se veía a nadie. Comencé a subir escaleras arriba
procurando no hacer ruido, aunque mis zapatos eran un poco ruidosos
al caminar por ser tan nuevos. Intenté amortiguar el sonido lo
máximo posible pero no fue suficiente. Al ir subiendo hacia la
planta de arriba escuché dos voces que decían
- ¿Quien
es ese? ¡Eh usted! ¡Alto ahí!
“Si
no miras, no está ahi”, pensé. Y subí las escaleras hacia arriba
con paso ligero como cuando cruzaba la calle mirando hacia el suelo y
me acercaba tanto a los carruajes que incluso los cocheros me
amonestaban por el hecho aparentado de no prestar atención.
Me
escondí en una habitación y, para mi suerte, resultó ser una
biblioteca.
- ¡Cerrad
las ventanas del primer piso y las puertas! - gritó un sirviente -
¡Llamad a la policía!
Me
quedé un momento escondido detrás de la puerta con el bastón
levantado, por si alguno se atrevía a entrar. Sin embargo no escuché
a nadie acercándose al piso de arriba. No sabía cuánto tiempo
tendría hasta que algún agente llegara. Por lo que me puse a buscar
pistas antes de que Scotland Yard viniera a por mi. Encontré un
libro sobre rituales egipcios muy interesantes que tenía pinta de
haber sido usado recientemente pues no tenía tanto polvo como los
demás libros. Lo guardé en mi cartera y fu a buscar el despacho del
señor Grey.
Lo
encontré cerca, y me puse a buscar rápidamente en los cajones de su
escritorio frenéticamente. En el segundo cajón toqué algo duro.
Parecía un pequeño libro en cuero, con dos hebillas para cerrarlo.
Un diario. Lo encontré y leí brevemente el final. Descubrí que es
inmortal, pero su debilidad parece ser su bien mas preciado, un
retrato suyo y que mi clan se lo quitó hace tiempo aunque el señor
Grey lo recuperó, con lo cual deduje que el también es Giovanni.
- ¡A
todos los sospechosos! ¡Estáis bajo arresto! ¡Tirad las armas,
dirigios al agente de policía mas cercano y rendíos! -Era la voz
de Scotland Yard. Habían llegado. Sabía que eran meros mortales,
pero si me cogían, tendría muchos problemas con la Corona y el
señor Grey.
Mejoré
la resistencia física de mi cuerpo con Vitae, abrí la ventana del
despacho y salté. Calculé que habría unos 6 pies de caída, pero
por suerte para los Vampiros el daño físico que provoca traumas en
el cuerpo apenas nos afecta. El impacto no me afectó, pero la
policía me se percató de mi presencia en el jardín.
- ¡Eh!
¡Alto en nombre de la ley! - dijo un agente abriendo la puerta del
despacho.
Una
vez mas, imbuí fuerza de mi sangre a mis músculos y mi cuerpo se
ensanchó como el de un soldado espartano, tal como en los libros de
historia los describen como vigorosos y fuertes.
Corrí
como si me persiguiese el Jinete sin Cabeza, poniendo todo mi empeño
y voluntad en ello. Dejé a los policías atrás pronto. Paré un
coche de caballos y puse rumbo a mi casa.
Una
vez en la tranquilidad de mi hogar, noté que mi bestia interior me
pedía sangre a gritos, con lo cual eché mano de la botella que
compré la noche anterior y me la bebí entera. Conforme el dulce
sabor de la sangre humana bajaba por mi garganta, noté como mi
bestia se apaciguaba rápidamente. Casi pude notar una especie de
ronroneo dentro de mí, como si un inofensivo gato se acurrucase para
dormir en el regazo de su amo.
Me
cambié de traje para no levantar sospechas y me puse a hacer copias
del diario de Dorian Grey.
Dejé
las copias en mi casa y me dirigí al Elíseo de nuevo.
Cuando
llegué al Elíseo, mi compañero el Doctor O´Neill se me acercó
rápidamente. Un Cainita al que no había visto nunca le acompañaba.
- Me
alegro de volver a verle Strange, le presento al detective
Macgonagall, trabaja para Scotland Yard, le he puesto al tanto de
nuestra investigación sobre Drácula.
- Encantado
de conocerle detective Macgonagall, soy el Doctor Extraño.-dije
estrechándole la mano.
- Si
nos disculpa tengo que tratar un par de asuntos con el Doctor
O´Neill, enseguida estamos con usted.
- No
hay problema caballeros, les espero aquí mismo.
Acto
seguido, O'Neill me condujo a su despacho, donde ya lejos de miradas
y oídos indiscretos, tratamos el tema en cuestión.
- Y
bien Strange ¿ha conseguido evidencias? - dijo un poco nervioso el
egiptólogo.
- Así
es doctor, - dije y con gesto teatral saqué de mi bolso de viaje
dos libros - Tengo un diario, propiedad del señor Grey donde
explica todo con pelos y señales y también este libro de rituales
egipcios, échele un vistazo.
El
buen Doctor O´Neill era una eminencia en Egiptología, sin embargo a
pesar de que hacía cinco años que se había convertido en Vampiro,
aún era demasiado... mundano. Mientras leía una parte del libro de
rituales, lo cerró de golpe y dijo:
- ¡Paparruchas!
¡Lo que pone aquí es imposible de llevar a cabo! ¡No es
demostrable científicamente!
- Ay
Doctor, Doctor...¿No se da cuenta que usted mismo no es demostrable
científicamente? Trate de pensar que lo sobrenatural existe y la
ciencia no puede explicarlo. Si usted cree en vampiros y fantasmas y
está investigando un ritual sobre como invocar a Drácula ¿No cree
que todo es posible?
- En
cualquier caso no nos sirve como prueba. - dijo mi compañero.
- Mostrémoselo
al Príncipe. Yo creo que el tendrá otra opinión.
- Y
dígame, Strange ¿Ha tenido problemas en casa del señor Grey? ¿Le
vieron?
- Sí,
pero solo de espaldas. Conseguí escapar y cambié de atuendo. Nunca
sabrán que he sido yo.
Algo
parecía extrañar a O'Neill, pues con cara un poco molesta se
levantó de su silla y con decisión se encaminó a la puerta y
abriéndola, detrás de ella se encontraba el recién conocido
detective McGonnagan.
- Vaya
vaya, ¿Así que colándose en casas ajenas por la noche y cogiendo
sin permiso lo que no es nuestro, eh? ¡Ay gorriones! No creo que a
ciertas personas les haga gracia esto...
- ¡¡Sucio
fisgón!! ¡¡Esto era una conversación privada!! -dijo mi
compañero bastante molesto mientras yo templaba mis puños.
- Le
entiendo doctor O'Neill – dijo totalmente calmado el Nosferatu –
Pero debe entender que mi clan trabaja con información y
claro...tengo que hacer mi trabajo, aunque podríamos hacer un
trato...
- De
modo que es un Nosferatu. No me sorprende pues ya pude ver su
verdadero rostro cuando me abordó en la reunión. Sepa señor, que
su casta me parece lo más bajo del mundo Cainita.
- No
es la política lo que más me interesa, amigo Toreador – dijo con
un poco de repulsa en sus labios – Sino más bien una ayuda por mi
parte para tapar el... fallo de su amigo y cambio ustedes me pagan
con información. Creo que es un trato más que justo.
- Si
nos ayuda en la investigación ofreciéndose voluntario, el Príncipe
sabrá recompensarle bien. - le dije con voz queda. Me juré a mi
mismo que la próxima vez en que tratara un tema confidencia,
colocaría un ghoul en la puerta para que no me espíen mientras
hablo en privado con otra persona.
- Muy
bien - dijo el detective.- Denme el diario y lo pondré en su sitio
ya que ustedes tienen una copia. Moveré mis hilos y haré que se
culpe a un mendigo o ladrón cualquiera del asalto a la casa del
señor Grey.
Acto
seguido el detective se marchó con el diario de Dorian Grey y
nosotros nos dirigimos a la cámara real para pedir audiencia con su
Alteza.
(La
Narración vuelve al doctor O'Neill)
Salimos de mi despacho
y volvimos de nuevo a la galería principal . La mayoría de los
invitados se habían marchado, aunque los antiguos y notables aún
permanecían en el Elíseo. Buscamos al Príncipe y le mostramos las
pruebas halladas. Esto hizo que reaccionara de un modo bastante
enérgico. Llamó a dos de sus sirvientes y oí que les daba
instrucciones para que los antiguos fueran convocadas en la sala de
conferencias del museo para algo urgente que el anciano vampiro tenía
que decir.
Me senté en una mesa
hojeando de nuevo el libro de rituales. No terminaba de creerme lo
que contaba, pero aún así recogí la información que necesitaba.
Al parecer los vasos cánopes era un medio de control para el
maldito, hasta cierto punto. Cuando acabé mi lectura, la sala se
había vaciado.
Me dirigí a paso
ligero a la sala de conferencias. Dos ghouls de considerable tamaño
me impideron el paso y uno de ellos negó con la cabeza añadiendo
que el Príncipe estaba reunido.
- Déjenme pasar –
dije – Tengo nueva información para su excelencia.
Los guardianes se
miraron a lo que luego, uno de ellos entró a la sala para salir un
minuto más tarde.
- Su excelencia dice que
pase – dijo el ghoul y señaló también a mi compañero – Usted
también.
El ambiente dentro de
la sala estaba cargado. No solo por la tensión de lo que se
avecinaba sino por el poderío de presencias de vampiros que habían
vivido tantas vidas. Todo el elenco del verdadero poder de la ciudad
se concentraba en esa habitación. Habría deseado gritar por las
miradas inquisitivas de los antiguos y sus auras apabullantes que
amenazaban con hacerme desaparecer como un insecto. Se sentaban en
dos hileras de asientos en dos palcos laterales y en una tarima donde
exponer, estaba Mithras con su senescal detrás de él, Lady Anne
Bowesley. También se encontraba ahí Sherlock Holmes, aunque en
ningún lado, sino en el centro de la sala. Me sonrió levemente
invitándome a que me acercara.
- O'Neill – dijo el
detective – Adelante no sea tímido. Han dicho que tiene nueva
información sobre el ritual.
- Así es – dije
mirando hacia abajo sin atreverme a mirar a nadie – Hay dos cosas
sobre el ritual que sabemos. Una es que todavía no en un lugar
exacto pero sabemos donde se hará y la segunda es que necesitan
unos utensilios para controlar a Drácula. Cuatro vasos cánopes
conteniendo los órganos de las víctimas. Esos vasos son vitales
para controlar al maldito.
- ¿Y dónde cree que
podrían estar? - preguntó Holmes.
- Aquí – dije sacando
los cuatro de mi bolso de viaje – En mi poder.
Hubo murmullos en la
sala. Vampiros señalándome y cuchicheos entre ellos. Algunos
sonreían sabedores de la ventaja de la que disponíamos, otros en
tono serio y pensativo solo se limitaban a observar. Holmes me miró
con rostro divertido.
- ¿Está seguro doctor?
- preguntó inquisitívamente.
- Lo estoy excelencia –
le dije al Príncipe.
- Y sobre el ritual
doctor – dijo su excelencia - ¿Dónde cree que se hará?
- Fuera de la ciudad. No
sabemos dónde exactamente, pero si sabemos que será hacia el
norte.
- En ese caso señores,
su tarea será de descubrir dónde será. No disponen de mucho
tiempo me temo pues la noche envejece y será mañana por la noche
cuando se realice. Cuando descubran la ubicación, los que de esta
cámara lo deseen le acompañaran para ayudarles como refuerzo.
- Se lo agradezco
excelencia – dijo Strange – Pero ¿No sería mejor destruir los
vasos?
- Si fuera así, Strange
– dije – Y si Dracula se levantara, no habría modo de
controlarlo. Si aun despertado poseemos los vasos, todavía
podríamos derrotarle. Pero, no quiero llevar los vasos al mismo
lugar del ritual, por lo que si fracasamos o incluso morimos haya
vástagos aquí que protejan y guarden los vasos como última baza.
- Buena observación
doctor – dijo Holmes – Pero ¿Quién tendrá el honor de guardar
esas preciadas reliquias y quién irá a socorrerle? He ahí lo
importante ahora.
Miré a Mithras
buscando sabiduría. El príncipe sin embargo se levantó y dijo.
- Esa decisión señor
Holmes , compete a nuestros jóvenes vástagos. Pues ellos han
descubierto todo aquello que va a ocurrir y por ello veo justo que
decidan.
- Bien pensado
excelencia – dijo Holmes – Así pues doctores, el tiempo apremia
y deben tomar una decisión.
- Bien... - dije un poco
vacilante – Eh... si creo que el primer vaso será mejor que sea
guardado por Lord Cadbury.
- Con orgullo portaré
con él – dijo el anciano Toreador levantándose.
- Creo que... el segundo
sería menester que lo poseyera Lady Summers.
- Doctor – dijo Holmes
- ¿Podría dar mi opinión al respecto? Lady Summers posee
conocimientos arcanos y ocultistas, por lo que creo que sería
correcto que acompañara a aquellos que irán a ayudarle.
- Muy cierto señor
Holmes – dijo Strange. - Creo que el Padrino Corleone sería un
buen custodio.
- El señor Corleone ha
tenido un accidente desafortunado en su Logia – dijo Mithras –
Doctor O'Neill, sería mejor que eligiera a otro vástago más
capaz.
- En ese caso, creo que
el señor Holmes será adecuado – dije entregando una de las
estatuas al detective consultor.
- Si así lo desea
doctor – dijo Holmes – lo aceptaré.
- La tercera la cederé
a Flavión García quien....
- ¡Esto es un ultraje!
- dijo un antiguo que reconocí como Ian Whitecastle, primógeno del
clan Ventrue - ¡Va a confiar algo tan importante en un traidor como
él!
La congregación
murmuró levantando la voz. Gente discutiendo sobre la declaración
de Lord Whitecastle. Mithras se alzó de nuevo y con su retumbante
voz gritó:
- ¡SILENCIO! El señor
García ha demostrado a la Camarilla tanto aquí como en el Nuevo
Mundo su valor y su lealtad.
- Pero excelencia –
dijo Whitecastle – Es un apestoso Lasombra. Un Sabático, siempre
será un sabático. Un traidor.
- Este Sabático como
usted lo llama – dijo Mathew Watson – Es mi mejor amigo y
compañero de armas Milord. Soy un respetable soldado de la
Camarilla y puedo declarar que este hombre es tan de fiar y
honorable como cualquiera o más de los que aquí nos reunimos. Por
este insulto Lord Whitecastle podría retarle, pero por respeto a su
excelencia y la urgencia de la situación ignoraré sus calumnias.
- Caballeros – dijo el
príncipe – Serénense. Doctor O'Neill, prosiga.
- Mis disculpas señor
García – dije – Pero será mejor que Lord Whitecastle guarde la
tercera estatua.
- No me ofende, doctor –
dijo el Lasombra – Pues así me concede la oportunidad de volver a
mostrar mi lealtad acompañándoles a ayudarles contra esos
engendros.
- Y la última, he
decidido que la guarde – dije mirando al príncipe – su
excelencia Mithras.
Todo el auditorio se
llenó de murmullos. Algunos de admiración, otros de extrañeza.
Algunos miraban con preocupación al príncipe, y al joven Toreador.
Como si ese neonato no fuera consciente de que el príncipe en sí
mismo podría desear dar rienda suelta a su bestia y combatir. Me
percaté de esa inquietud y añadí:
- Excelencia sé lo que
parece – dije con voz queda – Pero no lo hago por deshonraros.
Sino porque en estos tiempos de crisis, considero que alguien como
vos debe ser protegido, como el rey en el juego del ajedrez. Pues
sois el centro de nuestro conocimiento y sabiduría, al igual que el
pilar de esta ciudad.
- Lo comprendo O'Neill –
dijo el príncipe – Y por ello con honor guardaré el vaso. Ahora
caballeros, partan para descubrir dónde se encuentran nuestros
enemigos. El carruaje está listo con un hombre de confianza y
también armamento que podrían necesitar.
Hicimos una profunda
reverencia y salimos de la sala, dispuestos a encaminarnos al
carruaje. Antes de bajar por las escaleras para ir a las
caballerizas, Lady Summers a paso ligero nos alcanzó.
- Caballeros - dijo
entregándonos una piedra plana y blanca. - Esto les ayudara para
pedir ayudar en el momento preciso. Tan solo tienen que partirla por
la mitad y susurrar a la piedra el mensaje. Entonces sabré de forma
instantánea lo que dijeron y pondré en camino a todos nosotros.
- Se lo agradezco Lady
Summers – dije con una ligera reverencia.
- Buena suerte
caballeros.
Diez minutos más tarde
nos encaminábamos a la puerta norte de la ciudad. El reloj marcaba
las cinco y veinte minutos de la mañana. El amanecer estaba próximo.
Mi compañero a su vez llamó a su espíritu y a la nada preguntó:
- Edward ¿Puedes ver el
castillo?
“Hacia el norte.
Siempre al norte puedo ver la inmensidad de sus almenas”
- ¿A cuánto calcula
que puede estar? - pregunté a mi compañero.
- No lo sabe, puesto que
no podemos estimar un tamaño ¿Qué sugiere?
Me asomé por la
portezuela y le dije al cochero
- Jameson, conduzca
durante doce horas a partir de las seis de esta mañana y entonces
pare.
- Muy bien doctor –
dijo el ghoul – Sería mejor que cerraran por dentro y se oculten
bajo los asientos. Este carruaje está preparado para gente como
ustedes.
- Gracias Jameson.
Cerramos los postigos y
las puertas por dentro, corriendo las negras cortinas del carruaje.
Abrimos los asientos y bajo ellos habían dos aberturas como dos
ataúdes acolchados por dentro. Dormimos hasta la noche.